Recuperar el amor de pareja al borde del acantilado

Hoy os comparto una reflexión realizada por un profesional al que admiro mucho, Martiño Rodríguez, y que ha sido recogida en la web de la Universidad de Navarra. Os invito a leerla hasta el final:

En el año 2017 naufragaron en España 102.341 matrimonios, contando los casos de nulidad, separación y divorcio. Lo que no revelan estas cifras del Instituto Nacional de Estadística es qué llevó al fracaso en cada una de esas historias. Y tampoco dicen cuántas de ellas podrían haber llegado a buen puerto con la ayuda adecuada.

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El doctor en Psicología Martiño Rodríguez-González es terapeuta familiar acreditado, ha sido director del Centro de Orientación Familiar Diocesano de Lugo durante cinco años y ha realizado estancias de investigación en Canadá (Universidad de Ottawa), EE. UU. (Georgetown Family Center, Washington, D.C.) y Portugal (Universidad de Porto y Universidad de Coimbra). Además, ha sido investigador invitado en la Brigham Young University (Utah, EE. UU.). Se ha incorporado en 2018 al proyecto ‘Educación de la afectividad y de la sexualidad humana’ (EASH) del Instituto Cultura y Sociedad (ICS) de la Universidad de Navarra para estudiar estrategias efectivas de intervención en parejas y matrimonios. Cree que no solo es posible que cónyuges con dificultades y conflictos puedan continuar juntos, sino que puedan ser felices en compañía del otro.

¿Es posible recuperar el amor en una pareja o matrimonio incluso en los casos más graves?

El amor no es algo fijo, sino dinámico. Continuamente se daña y se repara. Algunas veces hay daños especialmente importantes que resultan fáciles de identificar, como una infidelidad, pero en otras ocasiones no es tan obvio. La pareja no es capaz de explicar por qué su relación está mal o, incluso, puede haber desacuerdo: uno de los dos opina que ya no hay amor y el otro asegura que sí. Hay parejas con gran habilidad para resolver estos pequeños desperfectos que surgen en el día a día sin empeorar la situación, mientras que otras tienen más dificultad. La terapia, que implica una intervención de alguien externo, puede ser especialmente beneficiosa para estas últimas.

El 21% de los divorciados en 2017 ha estado casado entre cinco y nueve años. ¿La longevidad del matrimonio influye en la terapia?¿Qué otros factores se tienen en cuenta?

Es cierto que las rupturas en los primeros años de matrimonio son frecuentes. Pero pienso que, en esencia, en una ruptura ocurre lo mismo independientemente del tiempo que se lleve juntos. En primer lugar, hay que ver de qué punto parten. Algunas parejas se rompen porque los motivos por los que se vincularon no se basan en un enamoramiento real. No es lo mismo, por ejemplo, conocer a alguien a distancia o por internet que estar desde el principio en la misma ciudad. El día a día es diferente de las ocasiones extraordinarias. En los noviazgos que comienzan a distancia, cuando los novios se comunican o encuentran es una ocasión extraordinaria y esto puede alterar de algún modo la dinámica de la relación.

El motivo por el que las parejas continúan o rompen al año o a las dos décadas es el mismo: ¿siento que sigo siendo lo primero para el otro? ¿El otro está disponible para mí emocionalmente cuando lo necesito?

¿Y qué ocurre con las parejas que se han iniciado en un auténtico conocimiento mutuo? ¿Por qué se rompen?

Lo que nace de esa experiencia de enamoramiento real es un reconocimiento del otro como alguien único, especial, que me elige a mí entre todos o entre todas. Es alguien con quien deseo compartir la vida de forma duradera en el tiempo. El motivo por el que continúan o rompen al año o a las dos décadas es el mismo: ¿siento que sigo siendo lo primero para el otro? ¿El otro está disponible para mí emocionalmente cuando lo necesito?

¿No suena muy exigente esta pregunta?

Sí, y es diferente para alguien de 18 que para alguien de 58 años, que tiene más capacidad de relativizar las cosas o contextualizarlas. Pero todos necesitamos que haya alguien que esté ahí para nosotros: la psicología nos dice que esta necesidad está en la raíz de nuestro ser. Se ve de forma muy clara en el bebé, que necesita el cuidado de otro ser humano, pero, salvando las distancias, los adultos también tenemos esta necesidad. Tenemos otros recursos, una sensación de seguridad que se fundamenta en nuestra autonomía, en que somos capaces de cuidar de nosotros mismos en un sentido práctico (comer, ducharnos…). Y, sin embargo, seguimos necesitando sentir -y esta es la cuestión más crucial de nuestra vida- que somos importantes para otro.

Todos necesitamos que haya alguien que esté ahí para nosotros: la psicología nos dice que esta necesidad está en la raíz de nuestro ser.

¿Qué ocurre cuando esta seguridad desaparece en una pareja o matrimonio?

Que se rompe algo muy importante y hay que repararlo. Y si no se soluciona, es posible seguir juntos, pero no será realmente una pareja o matrimonio. Una buena terapia de pareja ayuda a recuperar esa experiencia de encuentro con el otro. Cuando dos seres humanos se embarcan en una relación de pareja se prometen ser lo primero el uno para el otro. Cuando esta promesa se rompe se produce una situación de caos, como un incendio del edificio: ¿salimos juntos? ¿salgo sin el otro? ¿es un sálvese quién pueda? Estamos inseguros. Si uno siente que ha puesto su vida en manos del otro y que le ha fallado, que no puede confiar, ¿cómo recuperar esa confianza? La terapia propicia el acercamiento, cuida los pasos que cada uno debe dar para que esa situación de vulnerabilidad emocional sea segura para ambos y los dos sean capaces de darlos para volver a encontrarse. Cuando el daño es grande, resulta prácticamente imposible que una pareja pueda llevar a cabo todo esto sin la ayuda de terapia.

¿Qué papel debe desempeñar el entorno cercano en este proceso?

Su papel es importante, pero complicado. Cuando hay daño en una relación, el entorno también sufre ese caos y es difícil que las personas no se posicionen. Primero, hay que ser prudentes. Lo recomendable es ayudar al miembro de la pareja con la que se tiene más cercanía a ver que el enfado y el dolor hablan de lo importante que esa relación es para él o ella. Tenemos que animarle a no dar pasos demasiado impulsivos. Otro aspecto que ayuda a vivir bien una relación es buscar en el entorno referentes de parejas que tienen lo que a nosotros nos gustaría compartir. Quizás cuando hay dificultades, un paso intermedio antes de recurrir a la terapia es comentar con esas personas nuestras dificultades para ver qué nos pueden aportar.

Un aspecto que ayuda a vivir bien una relación es buscar en el entorno referentes de parejas que tienen lo que a nosotros nos gustaría compartir.

¿La prevención es la mejor estrategia? ¿Cuáles son las claves del día a día para evitar que una relación se deteriore?

Las parejas de éxito consiguen fortalecer su relación, de modo que esta dure en el tiempo, sea buena para ambos y les haga crecer como personas. La primera clave es no pensar que el amor se construye solo. Hay que invertir en la relación y comprender el sentido y el valor que tiene para nosotros. La segunda clave tiene que ver con que a veces las dificultades en el proyecto matrimonial se generan por las dificultades de un miembro de la pareja, como una adicción, que hay que abordar. No dejarlo pasar, porque con el tiempo esto desgasta la relación. Un tercer aspecto es el equilibrio entre cuidar los momentos cotidianos y los extraordinarios, como mantener de forma periódica un espacio de comunicación con el otro.

Tres claves para evitar que una relación se deteriore: 1) Invertir en la relación; 2) Abordar conjuntamente las dificultades de cada miembro de la pareja; 3) Cuidar el equilibrio entre momentos cotidianos y extraordinarios.

En la línea de prevenir, ¿cómo se puede educar a los jóvenes para que lleguen bien preparados al matrimonio?

Uno de los mayores problemas es que hoy los jóvenes reciben muchos mensajes confusos que acaban haciéndoles pensar: “Confórmate con menos” o “deseas demasiado”. En este contexto, ¿cómo ayudar al joven a confiar en que el amor que desea vivir es posible? Educar es ayudar a la libertad de una persona a elegir lo que realmente es bueno. Para que eso nazca, primero tenemos que mostrar que algo es valioso. Si todos los ejemplos de matrimonio que un joven conoce son malos ejemplos, ¿por qué va a querer llegar bien preparado al matrimonio? Más bien querrá evitar el matrimonio.

Es necesario buscar formas de fortalecer a las parejas y matrimonios de hoy, para que sean buenos ejemplos. Esa es la primera forma de preparar a los jóvenes para el matrimonio. La segunda tiene que ver con ayudar a los jóvenes a llegar con la madurez suficiente al matrimonio. Aquí hay mucho que se puede hacer, pero lo más importante de todo tiene que ver con cuál es su propia experiencia de amor: ¿Cómo es el amor que han recibido como hijos? ¿les ayuda a confiar en el amor y a verlo de forma realista (como algo sólido, pero no perfecto, como algo en construcción, en proceso)? ¿Se han sentido suficientemente queridos -no perfectamente queridos, que eso es imposible-, como para atreverse a querer y saber querer cuando lleguen a la edad adulta? En términos más técnicos diríamos que esto tiene que ver con haber o no crecido en un contexto de “apego seguro”. Quien no haya crecido así puede disfrutar de un buen matrimonio o pareja, por supuesto, pero su recorrido será más difícil.

Hay que ayudar a los jóvenes a llegar con la madurez suficiente al matrimonio. Lo más importante de todo tiene que ver con cuál es su propia experiencia de amor.

Os dejo aquí el enlace a la entrada original.

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