No es que no quiera, es que hoy en día es imposible.
Siempre que doy talleres sobre afectividad y sexualidad quiero que los adolescentes aspiren alto, porque pueden hacerlo, porque valen infinito y porque es a lo que están llamados.
Por eso, antes de presentarles los ideales en el sexo, los besos, el noviazgo… comienzo explicando la belleza del matrimonio, porque, para mí, descubrir la realidad del matrimonio fue algo renovador.
Desde niña, yo había querido un príncipe azul y vivir una auténtica y verdadera historia de amor. Con el tiempo, y a fuerza de ver matrimonios fracasados en mi entorno y muy malas relaciones, conseguí ahogar ese anhelo y ocultarlo como quien siente que debe dejar las fantasías de la infancia y asumir la cruda realidad: El amor para siempre no existe y tampoco los príncipes ni las princesas. Y con esta idea intentaba hacer mi vida lo mejor posible, no aspirando a nada más que disfrutar el momento presente porque… ¿quién va a construir algo grande para el futuro o invertir en él cuando no hay esperanza?
Por eso, después de explicar que estamos hechos para ser felices, amar y ser amados y dar vida, sigo con el matrimonio. Antes de comenzar pregunto cuántos de los que están ahí, si pudiesen escoger su futuro, les gustaría encontrar una persona y pasar toda su vida con ella en una relación de pareja. Si no son todos, el 90% levanta la mano y desde ahí avanzamos. Sin embargo, la semana pasada un chaval de 17 años que no había levantado la mano me dijo la frase que encabeza esta entrada: No es que no quiera, es que hoy en día es imposible. Me insistió en que nadie busca eso y que, si el lo hiciese, no tendría a nadie.
Que importante mostrar la belleza del matrimonio para que los chavales quieran invertir por ello. Que importante ser felices para dar testimonio de que hay algo más posible. Y qué importante expresarnos sobre la belleza para la que hemos sido creados.
Gracias a mi trabajo sé que son muchos los jóvenes que optan por vivir de forma contracultural para perseguir un amor mejor y mayor. Y, me consta, que son todos a los que les encantaría perseguirlo, pero se ven incapaces porque sienten que no saben, porque no se valoran, porque no tienen referentes y, en definitiva, esperanza. La falta de esperanza es un veneno que nos lleva a consentir la destrucción personal porque no hay razones para no hacerlo y, muchos, sienten que no pueden aspirar a más que un lío o sexo casual para anestesiar ese deseo que les grita que existen para amar y entregar completamente el corazón.
Cuando yo doy mis charlas hablo del sexo y justifico porque creo que es lo mejor esperar hasta el matrimonio. Cuando alguien sabe que hago esto piensa que debe ser difícil convencer a una generación de esto. A mí siempre me ha parecido sencillísimo que entiendan que es lo mejor. Primero, porque lo es y hay muchos argumentos, pero además es lo que a ellos les encantaría vivir. Si algún día asumimos la responsabilidad que tenemos de hablar de lo bello, vamos a ver cosas increíbles.
La semana pasada me llegó una pregunta a mi sección del programa de radio de Protagonistas los Jóvenes en donde me preguntaban si estas “modas sexuales” habían llegado para quedarse. Yo respondí que depende de lo que nosotros decidamos hacer, si vamos a hablar de lo bueno y bello o si vamos a mantenernos callados. Todos, también tú, podemos hacer algo para extender el mensaje del amor y todos tenemos la responsabilidad. Así que te pregunto: ¿Qué puedes hacer tú concretamente para extender una revolución del amor?