«El amor que da vida», una reflexión sobre la paternidad responsable
Hoy os dejo una publicación de Arguments, donde comparten una enseñanza de José Ignacio Munilla sobre la paternidad responsable.
«La enseñanza de la Iglesia “ayuda a vivir de manera armoniosa y consciente la comunión entre los cónyuges, en todas sus dimensiones, junto a la responsabilidad generativa. Es preciso redescubrir el mensaje de la Encíclica Humanae vitae de Pablo VI, que hace hincapié en la necesidad de respetar la dignidad de la persona en la Valoración moral de los métodos de regulación de la natalidad […]”» (Amoris laetitia, 82)
José Ignacio Munilla comenzó con esta cita de Amoris laetitia su intervención en las jornadas sobre paternidad responsable organizadas por la Pastoral Familiar de la Diócesis de Pamplona-Tudela bajo el título «El amor que da vida», donde explicó las bases antropológicas, y las razones éticas y teológicas para la planificación familiar natural. De esta manera quiso resaltar que Amoris laetitia está totalmente en continuidad con Familiaris consortio y Humanae vitae.
En este post, Lucía Martínez Alcalde destaca algunas de las ideas que dejó Munilla en estas sesiones.
1. Bases antropológicas de la paternidad responsable
“No es una cuestión puntual de si anticonceptivos sí o no. Hay todo un concepto del hombre, del amor y de la sexualidad que está en juego: una antropología subyacente”. Entender al hombre como criatura y la sexualidad como don.
“El tiempo ha dado la razón a Pablo VI: al disociarse la procreación de la sexualidad, se disocia la sexualidad del amor, y del amor del matrimonio. La gente le decía a Pablo VI que no fuera aguafiestas, que tras la revolución sexual la gente se amaría más… Lo que vemos ahora: según datos de EE. UU. el 25% de los divorcios alegan como causa el consumo de pornografía de su pareja”.
“Hemos pasado del amor libre al sexo esclavo”.
«La anticoncepción es hacer el amor sin hacer el niño; la fecundación «in vitro» es hacer el niño sin hacer el amor; el aborto es deshacer el niño; y la pornografía es deshacer el amor«, Jérôme Lejeune (considerado el padre de la genética moderna).
1. a) Dualidad de la persona
“En las personas hay una dualidad de cuerpo y alma pero no un dualismo”. Entender esto es fundamental para comprender lo que somos y a qué estamos llamados. Podemos caer en 3 diferentes peligros sobre cómo integrar ambos aspectos:
Peligro dualista platónico-zen: desprecio del cuerpo. Abstraerse de la realidad para que la realidad no me afecte.
Riesgo materialista: negar el alma y afirmar que el hombre es sus instintos, sus pasiones.
Afirmar el alma y la corporalidad, pero no acertar en cómo integrar ambas.
“Las catequesis sobre el amor humano de Juan Pablo II explican cómo el cuerpo y el alma se entienden. Como decía Juan Pablo II: ‘El cuerpo tiene una gramática que si uno sabe leerla bien, te enseña a conocer la voluntad de Dios en tu vida’”. Yo no tengo un cuerpo, soy un cuerpo. La persona humana no es un espíritu atrapado en un cuerpo.
1. b) Cuatro claves de una antropología adecuada:
El sexo es constitutivo de la persona humana, no es un atributo.
El cuerpo tiene un significado esponsal. En el cuerpo descubrimos una tendencia a la esponsalidad, sin esa llamada a la esponsalidad no podemos entender al ser humano. Estamos llamados a la comunión. Hoy hay mucho sufrimiento por la soledad y la tendencia lujuriosa es un intento del maligno de hacerte creer que así sacias la sed de comunión que llevamos todos dentro.
La complementariedad varón-mujer no solo es biológica, no solo es psicológica, es ontológica.
El tesoro de la sexualidad humana encierra una invitación a que realicemos nuestra vocación de entrega, Dios ha querido que el hombre crezca amando.
“Aprendemos de Jesús cómo amar sin usar, sin manipular. El corazón es de quién lo repara, no de quién lo daña”.
“Estamos llamados al Cielo, la esponsalidad última es la esponsalidad con Dios. En esta vida todas las vocaciones que tenemos son un sacramento, una expresión, de la unión completa con Dios que alcanzamos en el cielo”.
“Estás hecho para la esponsalidad, para que el corazón se entregue por completo”.
2. Fundamentos éticos y teológicos de la paternidad responsable
La Humanae vitae llegó en medio del clima social de mayo del 68. Era predominante la tendencia al neomalthusianismo y el imperativo tecnológico —cualquier cosa que sea un adelanto científico o tecnológico tenía que ser aceptada, nada de que la conciencia pusiera cotos a la ciencia—.
2. a) Llamada a la generosidad
“Humanae vitae defiende que la llamada a ser generosos en la transmisión de la vida es una llamada inherente del amor humano. Nace esta llamada de que el amor de Dios es desbordante y de ahí se nos llama a ser generosos. Y esa generosidad cada uno tiene que concretarla de qué manera se lleva a cabo”.
“¿La generosidad en la transmisión de la vida quiere decir que en la voluntad de Dios está que una pareja cuantos más hijos tenga mejor? No, no es eso. Hay muchas situaciones”.
“La llamada a la generosidad es inherente a todas las vocaciones en esta vida, no es posible ser feliz sin ser generoso. Cuando uno hace un planteamiento en esta vida de decir que paternidad responsable es igual a paternidad confortable… la fastidia. Hay una diferencia muy grande en estos dos planteamientos. La generosidad no es pensar ‘qué me viene mejor para no complicarme la vida y vivir cómodamente’. Quien vaya con ese planteamiento no va a ser feliz. Ni el matrimonio, ni el cura, ni la religiosa…”.
“Humanae vitae lo primero que hace es la llamada a la generosidad en la transmisión de la vida siendo muy consciente de que esa generosidad no se puede concretar cuantitativamente porque lo que hay que tener en cuenta es cómo transmito esa generosidad a mis circunstancias concretas”.
“Los medios para la regulación de la natalidad de una manera responsable son importantes también, y no todos los medios son conformes al querer de Dios. Lo que explica Humanae vitae es la importancia de hacer un discernimiento: no se puede con un acto voluntario separar la parte unitiva de la parte procreativa en el acto sexual. Todo acto que artificialmente desligue esos dos aspectos es contrario a la voluntad de Dios”.
2. b) ¿Qué argumentación teológica-ética hay para esto?
“La procreación es esencialmente distinta de la reproducción. Los seres humanos procrean, los seres humanos se reproducen. La diferencia es que la palabra procreación es un recordatorio de que en toda llegada de un ser humano a esta vida hay una colaboración de Dios en ese acto. En un momento en el que una persona llega a la vida, en el momento de la concepción, Dios está dando un alma a ese ser humano, está haciendo un acto creador. Dios ha querido que el acto de la procreación sea el escenario en el que Él cree, que el lugar digno para que el hombre sea concebido sea un acto de amor. Y los padres son colaboradores de Dios en la creación. No siempre que hay un acto conyugal se da una vida, pero la anticoncepción es como si el hombre se antepusiera a la voluntad creadora de Dios”.
“Con la anticoncepción lo que se ve afectada no es solo la procreación sino también la unión esponsal. Cuando en el encuentro sexual se han puesto barreras contra la fecundidad esto también acaba afectando a la finalidad unitiva. Hace que la entrega del corazón del uno al otro esté también lastrada, no sea plena”.
2. c) ¿Por qué optar por los métodos naturales?
“El hombre está llamado a vivir en el respeto de sus propios ritmos naturales. Recurrir a la medicina para ir en contra de una capacidad que tenemos va en contra de lo que es la medicina. La fertilidad no es una enfermedad contra la que haya que medicarse. Laudato si’ habla de la ecología humana, una ecología integral. El hombre no puede ser enemigo de su propio cuerpo, ni ser enemigo de las propias capacidades que tiene”.
“Los métodos naturales son respetuosos con esa naturaleza. Si Dios hubiese querido que la sexualidad siempre fuera solo para procrear la habría hecho siempre fecunda. Pero no es así. En la gramática de la sexualidad está la voluntad de Dios. La atracción sexual animal existe solo en el momento de fertilidad, pero el ser humano no está creado así: hay una clara diferencia entre el reino animal y las personas. La dimensión unitiva en el ser humano es continua, la necesidad de amor entre esposo y esposa es continua. No solo si el acto es fecundo. Debe ser expresada en todo momento. Esto no acontece en el mundo animal porque los animales no se aman. Para amarse hay que tener alma”.
“Los métodos naturales consisten en ser intérpretes inteligentes de la voluntad de Dios, en ser árbitros y no dueños de la voluntad de Dios. El recurso a los métodos naturales es respetuoso con el plan de Dios puesto que permite discernir cuáles son los momentos de fecundidad o no y permiten entregarse en los días de infertilidad (si lo que se ve conveniente es posponer un embarazo)”.
“La moralidad de la paternidad responsable tiene que incluir el fin y los medios:
Estar abierto a la vida de manera generosa y escoger los medios adecuados.
Un fin bueno no justifica la elección de un medio inmoral.
También sería inmoral la utilización de un medio natural para perseguir un fin egoísta: una paternidad confortable”.
Camina siguiendo la brújula…
Monseñor Munilla terminó animando a la búsqueda de la verdad y de la plenitud, porque esa búsqueda es la que lleva también al descubrimiento de la verdad del amor humano, “y así uno descubre también que tenemos un gran tesoro que a veces no valoramos lo suficiente”.
* Lectura recomendada: Humanae Vitae, Una Encíclica profética. Reflexiones doctrinales y pastorales
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