Los justicieros de los balcones
Quizá te suene el experimento de la Cárcel de Standfor. Un profesor de la facultad de psicología reclutó a un grupo de estudiantes y les pidió que imaginasen que estaban en una cárcel. A algunos estudiantes los nombró guardias y a otros prisioneros. Los estudiantes nombrados "guardias" desarrollaron conductas abusivas apenas comenzó el experimento, y estas derivaron el algo tan sádico que a los seis días se vieron obligados a clausurarlo. Zimbardo concluyó así que las circunstancias influyen de tal modo en la conducta humana que una persona a priori buena puede actuar de forma perversa si se cree en la legitimidad de hacerlo.
Suena a mito porque lo que sucedió dio lugar a tres películas, pero los hechos fueron reales y tuvieron lugar en 1971 en la universidad de Stanford, California.
Este estudio surgió a raíz de otro que tuvo lugar una década antes, esta vez en la universidad de Yale. Su director, Stanley Milgram, quería averiguar hasta qué punto una persona a priori "buena" era capaz de llegar dañando a otro por seguir órdenes de una autoridad. Efectivamente confirmó que había seres humanos que incluso llegaban a matar siguiendo órdenes de un hombre en bata blanca. Podéis ver una versión actual del "experimento de Milgram" aquí.
Con estos estudios introduzco un hecho que me preocupa desde el inicio de la cuarentena. Al día siguiente del decreto del estado de alarma empezaron a llegarme vídeos de este estilo:
Lo más preocupante de este vídeo no es que le tiren algo al ciclista para que caiga (que ya es preocupante por sí), sino los comentarios del estilo "espero que se haya hecho daño, tenga que ir al hospital y se infecte de COVID-19". Tamibén eran comunes los vídeos de personas gritando a todo el que pasaba: "vete a tu casa" bajo el título de "la vecina que todos necesitamos". O vídeos de personas siendo humilladas con la descripción "esto a todo el que salga de casa".
Tampoco olvidemos las imágenes que rulan con pintadas o carteles semejantes:
Esto se compartía como humorístico a la vez que nos legitimaba a hacer nosotros lo mismo. Cuando una persona no sabe gestionar adecuadamente la rabia y frustración busca un chivo expiatorio ante el cual ensañarse para descargar lo que está sintiendo. De esta manera, proliferaron los justicieros de los balcones que al parecer "velaban" por nuestra seguridad.
Así nos encontramos con los testimonios recogidos en un artículo del periódico de El País. En él nos cuenta, por ejemplo, que Vivancos, madre de Pablo, joven de 22 años con autismo y Phelan McDermid a los que le gritaban mientras paseaba: “¡Estás loca!” “¡Dejad de pasear como si nada!”.
Otros siguen “Mi marido y yo trabajamos en hipermercados y tenemos que seguir trabajando todos los días. Luego bien que salen a aplaudir a las 20.00. Preferiría que no nos insultaran”, critica. María también es dependienta en un Alcampo City de Burgos y dice ser “ya indiferente” a los gritos. “Acabo tan mal y cansada cada día que me da igual”, añade esta joven de 22 años.
A Cristina le sorprendió un escupitajo. Volvía de haber estado trabajando ocho horas en un hospital de Lugo (Galicia) como técnico de laboratorio. Pensó que no iba dirigido a ella hasta que le chillaron: “¡Eh, tú, vete a tu puta casa! ¡Que vas a contagiar a alguien, subnormal!”. Intentó explicarle que volvía del trabajo y la respuesta de la vecina fue parecida: “¡A mí no me cuentes tu vida!”. Y un segundo escupitajo. “Me sentí más confusa y sorprendida que otra cosa”, cuenta esta mujer de 35 años
Otros afirmaban: "Esa vecina de enfrente que llama hija de puta a mi compañera cuando sale a la calle después de comer, decirle que se va al 12 de Octubre a trabajar hasta las 11 de la noche como una leona. Probablemente, esa misma vecina saldrá al balcón a las 8 para aplaudir a los héroes..."
Podéis encontrar el artículo original de El País aquí.
Todo esto no es sino un síntoma de problemas más profundos, de los cuales creo que debemos reflexionar y aprender. Yo, por mi parte, quiero concluir esta entrada reflexionando sobre tres aspectos:
Primero, para ser adultos tenemos una capacidad de gestión emocional y de dominio propio extremadamente pobre. Es bueno y normal sentir ira, estrés, miedo... Pero mejor es aún dominarnos a nosotros mismos y usar esos afectos de forma constructiva. Desarrolla un plan de acción para la cuarentena y para después, habla con alguien de cómo te estás sintiendo y tómate un tiempo para respirar, estar a solas y en silencio.
Segundo, la violencia es violencia siempre. Insultar, gritar, escupir y tirar objetos son actos de violencia que en ningún caso están justificados. Y no, tampoco son divertidos. Si a tu móvil llega un vídeo o imagen que fomenta la violencia no lo compartas, incluso puedes decirle a la persona que te lo envió que no te envíe nada semejante. Por otra parte, si consideras que estás presenciando un hecho denunciable adelante, denúncialo por los cauces adecuados como el adulto que eres, pero nunca te tomes la justicia por tu mano.
Y tercero, en una crisis sale lo mejor y lo peor de cada persona. Honestamente, no creo que que haya personas "buenas" o "malas", pero sí creo en los seres humanos libres. Tú puedes decidir qué sale de ti en esta crisis, si lo mejor o lo peor. Es tu decisión y de nadie más. El panorama es crudo, pero nadie dijo que la vida sea fácil. La vida hay que pelearla y, admitámoslo, de las peores situaciones surgen las mejores personas. Por eso te invito a reflexionar:
¿Qué está sacando esta crisis de ti?