Onward y el feminismo machista

Hace unas semanas que se estrenó Onward, una película de animación de Pixar que yo personalmente esperaba con ganas por haber sido doblada por Chris Pratt y Tom Holand. En líneas generales la película me gustó mucho. La historia es buena y divertida, la evolución de los protagonistas es preciosa, la combinación entre lo mágico y lo moderno me pareció original y el dibujo me encantó. Con todo, me dejó un sinsabor que hoy comparto con vosotros.

No hay que ser muy perspicaz para notar que actualmente las producciones de cine están introduciendo mensajes aparentemente feministas y buscando mostrar lo que a priori deberían ser mujeres empoderadas, fuertes e independientes.

En ocasiones introducen escenas con calzador que son irrelevantes para la trama pero que regalan unos segundos de mujer empoderada que evita la lluvia de críticas de lo políticamente correcto.

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Otras películas están poniendo su fuerza en lanzar mensajes feministas y descuidan el argumento del filme, el tener personajes trabajados o una buena historia, dando como resultado una producción de millones pero que no verías ni en una tarde de domingo. Curiosamente, el fracaso de estas películas lo están achacando al machismo social, y no a la baja calidad de la misma.

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También sucede que en un intento de crear un personaje fuerte e independiente acaban creando un personaje arrogante y prepotente que el público detesta.

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¿Y qué pasa con Onward? Pues que en un intento de introducir un modelo de mujer fuerte creo que ha confundido esto último con ser una mujer masculinizada. Al terminar de ver la película, me quedé con la sensación de no haber visto casi ningún personaje femenino porque los que había eran tremendamente rudos.

¿Y una mujer no puede ser ruda? Pues sí, hay mujeres rudas que son maravillosas y no son menos mujer. ¿Y no tienen ellas derecho a tener una representación en el cine? Claro que la tienen, en mi opinión siempre la han tenido, y eso no es lo que cuestiono.

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Lo que a mí me preocupa es que buscando hacer ver la diversidad caigamos en la homogeneidad y, como defiende alguna corriente feminista, estemos eliminando la feminidad para acabar al mismo tiempo con la discriminación contra la mujer. Te recomiendo el corto de Purl que a mí parecer muestra bastante bien este proceso.

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Me da la sensación de que muchas tendencias actuales piensan que la fuerza de una mujer está en ser como un hombre, mejor dicho, como un tipo muy concreto de hombre.

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Un ejemplo de esto es la estrategia de marketing de Lucky Strike en 1929. Queriendo estos aumentar el número de ventas contrataron a Edward L. Bernays para que iniciara una campaña publicitaria. Este puso el foco en la población femenina y comenzó a transmitir la idea de que fumar era algo revolucionario que empoderaba a la mujer y las hacía más independientes. Un 25% de la población femenina americana comenzó a ser fumadora habitual tras la campaña. Yo me pregunto cuántas mujeres tuvieron cáncer de pulmón a favor del empoderamiento femenino.

Creo que esta misma estrategia se usa hoy con muchas otras cosas, y así es como llegamos a pensar que la feminidad, la maternidad o el matrimonio son obstáculos hacia el éxito. Creo que, llegados a este punto, habría que preguntarse qué es el éxito. ¿Éxito es tener dinero, títulos, un enorme currículum o estar en el pico de alguna empresa? ¿Es ser insensible, carecer de empatía o que nos de igual pisar a otros? Qué triste la persona (hombre o mujer) que buscando todo esto entienda que ha sacrificado lo más valioso que puede haber para no tener nada.

Como gallega que soy mi historia está tejida de mujeres que sacaron solas a su familia adelante, con hombres ausentes en el mar o en situaciones de inmigración. Sé lo que es la fortaleza femenina porque la he visto en esas madres y abuelas luchadoras que lo daban todo por cuidar a su familia. Yo misma he experimentado esa fortaleza que mana de la capacidad de amar tan particular que tenemos las mujeres y de esa ternura infinita. Y son esas mismas mujeres las que tenían una delicadeza que se mostraba en sí mismas, en cómo gestionaban su hogar o en el rapapolvo que te caía si llegabas a casa con la ropa hecha un desastre. Mujeres fortísimas y tremendamente delicadas que sabían ver aquello en lo que nadie más se fijaba, que cuidaban la belleza de su entorno y que estaban atentas a los detalles.

En estos tiempos que corren creo que es menester defender que la feminidad, la ternura, el amor y la belleza no son contrarios a la fortaleza, son precisamente impulsadores de la misma. Que ser feminista no debe ser sinónimo de pintarse el pelo de azul, ir sin depilar y ser ruda; sino defender que es bueno ser mujer, es bueno ser femenina, es bueno ser bella y es muy bueno sentirse una princesa. Y si alguien piensa que una princesa no es capaz de ser una guerrera, vivir aventuras, hacer cosas grandes y llegar muy lejos entonces ese pensamiento sí es machista.

¿Y si yo no quiero ser una princesa?

Pues no lo seas, no tienes por qué serlo y no serás menos mujer por ello, pero cuidémonos de no etiquetar a las mujeres que sí quieren de “alienadas” porque quizá ellas estén más cerca de la defensa de la mujer.

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